SUZUKI GSX250R

Después de la estruendosa Superbike descubierta en Estoril, Suzuki anunció la próxima llegada de una versión de 125cc de su GSX-R. Una moto para jóvenes pilotos, pero con todos los genes de la línea legendaria. Aquí está en versión cuarto de litro, pero cuidado, la 250 no es una GSX-R; es una GSX…

Una GSX, sí, pero no una GSX-S como la 750 que también se presentó en las carreteras portuguesas. No, en el caso de la 250, es simplemente una GSX con una R al final de su nombre, sólo para subrayar su aspecto deportivo. No es fácil de seguir a primera vista, pero el razonamiento del departamento de marketing está justificado: no era cuestión de llamar a la GSX-R una simple interpretación más agresiva de la roadster GW 250 Inazuma lanzada en 2015. El 250 que probamos aquí se basa en este atractivo pero plácido roadster, que se alimenta principalmente de su motor. Dicho esto, los ingenieros de Suzuki han retocado el pequeño bicilíndrico para dotarlo de una flexibilidad inédita en esta clase de tamaño. Por supuesto, con sus 25 caballos, la GSX-250R no podría competir con las motos de 300cc que tienen 42 o más, ya sea Yamaha (R3, MT-03) o, aún más, KTM (RC y Duke 390). La 250 Suzuki está en otra liga. Fabricada en China, pero en una unidad de producción que funciona según los estándares típicamente japoneses, la máquina es fácil de conducir, tiene un coste de propiedad moderado y un acabado que no desairaría una auténtica GSX-R.

No hay nada malo en esta GSX-250R, tanto por sus volúmenes generosos pero armoniosos como por su atención a los detalles: los plásticos encajan perfectamente (¡con paso de rueda y guardabarros trasero, por favor!), los diversos cables son discretos, las placas y las soldaduras no tienen nada que reprochar. Ni siquiera la instrumentación estilo GSX-R, las llantas ligeras o el sistema de escape, puntualiza el concesionario de motos segunda mano Sevilla Crestanevada. El sistema de escape es mucho más gutural de lo esperado a bajas revoluciones y tiene un sonido similar al de una turbina cuando se acerca a la línea roja.

Bajo el asiento del pasajero se encuentra un (pequeño) cierre de disco y, una vez a los mandos, el piloto notará que Suzuki ha cuidado la ergonomía de la moto: los niños pequeños pueden poner los pies en el suelo sin problemas y las personas (muy) altas también pueden encontrar su sitio. El manillar alto y ancho ofrece una posición de conducción natural, que recuerda a la postura de un roadster, lo que permite una conducción cómoda. Mientras que la luz trasera es de LED y deportiva, la luz delantera es una clásica bombilla halógena, mientras que la GSX-R 125 tiene un faro de LED. Del mismo modo, la 125 ha sido objeto de una amplia investigación para convertirse -nos dicen- en la más ligera del mercado, pero la 250 no se ha aligerado significativamente. Con 181 kg en orden de marcha, nuestra moto de prueba no es precisamente una sílfide, pero la bien pensada distribución del peso hace que éste nunca se note.

Aunque el color negro de nuestro modelo es ciertamente bastante elegante, preferimos el color MotoGP que, por unos modestos cien euros más, le da innegablemente más personalidad a la vez que es mucho menos sucio. El compacto panel de instrumentos se adaptaría a una auténtica moto deportiva y presenta toda la información necesaria con una buena legibilidad. Entre otras cosas, puedes leer el indicador de combustible, el reloj, la marcha y el consumo medio e instantáneo de combustible. La guinda del pastel la pone el indicador de luz de cambio regulable, un detalle muy práctico para los que quieren tomarse su motor con calma, sobre todo cuando apenas tiene 200 km, como era el caso de nuestra moto de pruebas. En este punto, nos alegramos de que Suzuki, al igual que Yamaha, haya optado por equipar su moto con un motor bicilíndrico que resultará más fiable que un motor monocilíndrico a largo plazo, a la vez que ofrece un poco más de carácter mecánico.

El pequeño no se olvidó del confort: además de la posición de conducción muy natural, la suspensión ofrece un compromiso sorprendentemente bueno entre la eficacia y el respeto a la tripulación, porque incluso un pasajero potencial no puede quejarse demasiado. Las vibraciones están bien controladas y el sistema hidráulico reacciona con suavidad a los baches y otras irregularidades de la carretera, de modo que nunca te sientes apurado, sobre todo porque el asiento es justo. La única restricción que hay que hacer en este caso se refiere a la burbuja: muy bien integrada en la línea general, es demasiado pequeña para ofrecer una protección eficaz. El pecho, la cabeza y los hombros siguen estando expuestos, pero es cierto que las velocidades alcanzadas siguen siendo razonables, por lo que no es difícil soportar la situación…

Estábamos hablando de eficiencia, volvamos a ello. Equipada con neumáticos IRC Road Winner (bastante baratos, pero japoneses), la Suzuki es sorprendentemente viva; su capacidad para lanzarse en las curvas recuerda a la afilada KTM RC390. Cuando va por el punto de cuerda, la 250 pasa como una auténtica GSX-R. Del mismo modo, los neumáticos japoneses garantizan un agarre y una tracción impecables en seco y no requieren ninguna restricción particular en carreteras mojadas o húmedas, ya que en estas condiciones, uno tiende naturalmente a adaptar su estilo de conducción. La GSX-250R es fácil de manejar. El Suzuki es tan fácil de manejar como si lo conocieras de siempre, y esto es obviamente muy relevante para un vehículo dirigido a un público inexperto. Si hay circunstancias en las que los pilotos más experimentados notarán una (ligera) falta de estabilidad del chasis de acero, por ejemplo en un pif-paf sobre una superficie degradada, el piloto no tendrá que quejarse realmente de las cualidades en carretera de esta Suzuki 250. Por el contrario, las suspensiones, el chasis y el basculante soportan los caballos extra sin problemas, ya que nunca tienes la sensación de ir por encima de tus posibilidades. Un buen punto, sin duda.